Mientras acomodaba mis medallas, reflexioné sobre mi camino como deportista. Ahora comprendo que he estado madurando gracias a las personas correctas y situaciones en mi vida. Una familia que me ha brindado un apoyo, entrenadores que son perfeccionistas en su trabajo, recursos que me han permitido entrenar al máximo y muchas otras cosas que hay detrás de cada deportista exitoso.

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Confieso que, en el pasado, yo como muchos otros deportistas, pensaba que ganar era una cuestión de suerte, que todo dependía de un buen sorteo en las llaves del campeonato, incluso llegué a creer que no había nacido para esto. Después de siete años, sin conseguir ningún resultado importante, finalmente conseguí una medalla internacional. No fue una medalla de oro, pero para mí fue oro puro.

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Me demostró que no se trata de suerte o de un buen sorteo, sino de actitud. No es que no hayas nacido para esto, es simplemente una cuestión de actitud, de levantarte después de cada caída, ser consciente de tus errores y tener el carácter para corregirlos y salir más fuerte.

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La meta no debería ser solo ganar un campeonato, sino convertirte en una mejor versión de ti mismo. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a cambiar tu forma de pensar y entrenar para lograrlo? Lo único que importa es no rendirse.